La muerte de Narváez precipitó la caída de la monarquía isabelina. Se sucedieron los intentos de sublevación, con el general Prim como principal protagonista. La mecha prendió en Cádiz en 1868 y se extendió por Andalucía, Levante y Cataluña. Se formó un gobierno provisional, bajo la presidencia del general Serrano en octubre de 1868. Se reconocen inmediatamente los derechos necesarios para celebrar unas elecciones libres de verdad: las libertades de imprenta, asociación y manifestación. Por decreto de 9 de noviembre se estableció por primera vez en España el sufragio universal de todos los varones mayores de 25 años para las elecciones a Cortes Constituyentes. La tendencia monárquico-democrática reunió 256 actas de diputados; los republicanos, 85 escaños y los absolutistas, 20. Las Cortes elaboraron la Constitución de 1869. Había llegado la hora del liberalismo radical. La Constitución de 1869 Es una Constitución monárquica, pero, a falta de Rey o Reina, se nombró regente al general Serrano y Prim se encargó de la presidencia del Gobierno. Fueron años difíciles: insurrección de Cuba y Puerto Rico, crisis agrícola, desempleo, ocupaciones de tierras, rebrote de la guerra carlista, etc. La Constitución de 1869 destaca por su espíritu democrático y su potente tabla de derechos. Además del hito histórico de la ampliación del sufragio, opta decididamente por la soberanía de la nación (“de la cual emanan todos los Poderes”). Por eso la Nación elige a la dinastía que quiere y puede revocarla; la monarquía es establecida por la Constitución y no al revés. La tabla de derechos es extensa y novedosa. Se consagra por primera vez la libertad de cultos (aunque el Estado se obliga al mantenimiento del culto y los ministros católicos). Se acoge la libertad de expresión de manera amplia y se reconocen las libertades de reunión y asociación. Por otra parte, se atribuye el Poder Judicial a los tribunales exclusivamente y se refuerza su independencia. Se aprobó en 1870 la Ley orgánica del Poder Judicial (vigente durante más de un siglo, hasta 1985). En cuanto a la forma de gobierno, la Constitución establece una monarquía parlamentaria: el Gobierno estaba sometido al control de las Cortes, pero podía disolverlas. Las Cortes seguían siendo bicamerales. La iniciativa legislativa la compartían las Cortes y el Rey, y corresponde a éste la sanción y promulgación, pero desaparece el veto regio. En 1870 las Cortes eligen a D. Amadeo de Saboya como nuevo Rey de España. Dos años después, abdicará. En esos dos años, se produjeron tres elecciones generales a Cortes y se sucedieron en el poder seis gobiernos. Tras la abdicación del Rey, las dos cámaras declaran la República por amplia mayoría (358 votos contra 32) el 11 de febrero de 1873. El proyecto de Constitución de la I República de 1873 Ese mismo día se forma el primer gobierno republicano, bajo la presidencia de Figueras. El 8 de junio de 1873 las Cortes constituyentes elegidas en marzo proclaman la República Federal; el presidente Figueras renuncia y le sustituye Pi y Margall. Se elaboró un proyecto de Constitución de una República Federal, que enumeraba en su art. 1 los 17 Estados que componían España. Consagraba la soberanía nacional y el sufragio universal, una división de poderes bastante rígida, similar a la norteamericana, y una separación estricta entre la Iglesia y el Estado con plena libertad de cultos. Quedan abolidos los títulos de nobleza. El catálogo de derechos es aún más extenso que el de la Constitución de 1869. Pero el proyecto no fue aprobado por las Cortes. Graves cuestiones de orden público acaparaban su atención: la guerra de Cuba, la guerra carlista, el levantamiento cantonal (el de Cartagena provocó la caída de Pi y Margall; le siguieron como Presidentes Salmerón y Castelar), la inestabilidad gubernamental, etc. En enero de 1874, el capitán general de Castilla, Manuel Pavía, ocupa violentamente el Parlamento y desaloja a los diputados. Se forma un gobierno republicano, bajo la presidencia del general Serrano, que poco después pasa a ser el Presidente de la República. El 29 de diciembre, Martínez Campos protagoniza un pronunciamiento en Sagunto: proclama Rey de España al heredero de Isabel II, Alfonso XII. Termina el sexenio revolucionario y se abre otro período, el de la Restauración. |
Sexenio revolucionario (1868-1874)
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